- El mito de Sísifo me gusta, porque me permite entender la vida humana: es una gran metáfora y, por ello, qué bueno que Camus proponga que debemos imaginar que Sísifo es feliz. ¿Qué otra posibilidad tendríamos?
Oscar de la Borbolla//Sinembargo.com
De todas las leyendas griegas que existen: Tántalo que padece hambre y sed eternamente, Prometeo encadenado generando vísceras para alimentar a un buitre o Medusa con su cabello de serpientes petrifica a los hombres con su mirada… hay una que, con mucho, es mi favorita: el mito de Sísifo. Existen varias versiones, me atendré a una: Sísifo era un hombre común y corriente que pide a su esposa que cuando él muera NO erija un túmulo para honrar su memoria (debe saberse que la cremación y los túmulos eran costumbres griegas muy valoradas). Cuando Sísifo muere y llega al hades se entera que su esposa, en efecto, no levantó el túmulo y le parece terrible que lo haya obedecido, ¡porque hay cosas que, de plano, no pueden dejar de hacerse! Es un caso parecido al que narra García Márquez en su novela El otoño del patriarca: el dictador da la orden a su general más leal de que asesine a cientos de niños y cuando el general regresa habiendo cumplido con su espeluznante misión, el dictador lo mata. Quienes presencian este acto preguntan muy sorprendidos por qué mató al hombre de todas sus confianzas, y el dictador responde: “Porque hay órdenes que tienen que darse, pero no se deben cumplir”.
Sísifo, indignado por la conducta de su esposa, pide permiso al dios Hades y a Perséfone para que le permitan regresar al mundo para castigar a su esposa por haber cometido ese gravísimo acto impío. Le conceden el permiso; pero cuando está de nuevo en este mundo y ve el Sol y la comida y los árboles…, olvida su venganza y se esconde en un bosque con un lago para disfrutar de la vida. Pasan los días y Hades y Perséfone comprenden que Sísifo los engañó y mandan por él. Planean un castigo terrible: obligarlo a subir una roca a la cúspide de una colina para que la roca ruede hasta el valle y luego la suba nuevamente una y otra vez, sin tregua, sin descanso, para toda la eternidad.
Albert Camus, en su obra El mito de Sísifo, analiza este mito y descubre que el castigo para que sea realmente doloroso requiere que Sísifo conserve la conciencia, pues solo sí comprende un día tras otro la inutilidad de su esfuerzo, y se da cuenta de que está encadenado para siempre a su piedra puede sufrir. De nada serviría si Sísifo fuera un autómata, una maquinaria privada de conciencia haciendo ese trabajo. Camus también descubre que la conciencia tiene la función de valorar, de hacer comparaciones, y que entonces no es lo mismo subir por la piedra que bajar por ella: es mas cansado subir que bajar. Y aquí entra una de las ventajas de la conciencia, pues aunque el trabajo es inútil y sin esperanza, la conciencia distingue que hay unos ratos mejores que otros o, lo que es lo igual, unos ratos buenos y unos malos, unos días buenos y unos días malos, y por ello, Camus dice: “Hay que imaginar a Sísifo feliz”.
La vida de todos nosotros es en alguna medida sisifesca: es por fuerza rutinaria (no podemos hacer un día una cosa y al otro, otra; no podemos cambiar de familia ni de domicilio cada vez que queramos; no podemos tener un día unos amigos de a deveras y cambiarlos por otros cuando nos aburran…) La vida es rutinaria para ser sustentable; aunque, claro, podamos dejarlo todo… pero es muy raro y no lo podríamos hacer cada que la veleidad de nuestros animo nos lo mandase, aunque, por supuesto, hay excepciones: pero, en general, uno se queda donde está y recorre las mismas calles, procura mantener su trabajo y su familia y sigue hasta el final con sus mismos hábitos. ¿Y para qué? ¿Hay esperanza? ¿Hay salida? ¿O regularmente la salida es la muerte?
El mito de Sísifo me gusta, porque me permite entender la vida humana: es una gran metáfora y, por ello, qué bueno que Camus proponga que debemos imaginar que Sísifo es feliz. ¿Qué otra posibilidad tendríamos?